Valentía, determinación, tenacidad, son apenas los mínimos atributos que pueden ser reconocidos en las mujeres, no sólo por los derechos ganados en lo laboral o en lo político, en aquellas protestas que buscaron tales reivindicaciones en los distintos momentos históricos, sino por caracterizar la igualdad misma, el valor de la oportunidad para la mujer.
Cada 8 de marzo, debido a la ONU, que institucionalizó este día desde 1975, con el propósito de visibilizar y reflexionar sobre los logros de las mujeres en todos los campos, sirve también para ampliar las causas y celebrar la fortaleza de espíritu de las mujeres en el logro definitivo por la igualdad.
Sin embargo, un aspecto sorprendente está relacionado con la explotación comercial de esa notable fecha; por un lado, las practicantes de la verdad feminista reivindicadora, y por el otro el ‘juego del marketing’ que persigue capitalizar sobre una causa justa e innegable, utilizando como trampolín el esfuerzo de las mujeres en el mundo por ser valoradas y estimadas, por su altísimo aporte a la sociedad.
¿Cuál meta, la igualdad o la ganancia?
Preguntas como si se refiere a ¿la igualdad de la balanza en las oportunidades ganadas con empeño por las mujeres, o, igualdad en las ganancias corporativas?
Muchas empresas pretenden vender más cosas a las mujeres, destinadas a ellas, por el margen superior de hasta un 7% sobre productos comparables con los masculinos.
Por eso, ciertamente el tema de celebrar una fecha como esta, a pesar de pertenecer a la “generación de la igualdad” como nos nombra la ONU, estamos lejos aún de decir que atrás quedaron los obstáculos más serios a enfrentar por las féminas.
Se dice que el cambio real ha sido “desesperadamente lento”, en términos de la misma ONU, aunque el camino progresista para el empoderamiento de la mujer, dispone de su propia hoja de ruta hasta el 2.030.
Más retos, más cambios, menos violencia, más igualdad
Los desafíos siguen siendo los mismos, solo que en porciones se han corregido históricamente, por las diversas acciones que una sola mujer como agente de los cambios pudo empezar a provocar.
Esta forma de presión de la mujer, ha posibilitado que la mujer funcione como engranaje y pueda hacer de las responsabilidades en casa, por ejemplo, un cúmulo de experiencias fortalecedoras, que invitan a participar igualmente en las tareas del hogar a todos sus miembros, pero que aún requiere de interés y compromiso de todos.
Por otro lado, el sexismo, el acoso, la violencia, son situaciones de alto calibre para las que, son necesarias acciones contundentes, bien para erradicar o bien para apoyar a la sobreviviente de estos.
Igualmente, es necesario un cambio en el modelo de educación, conocer la diferencia entre sexo, género, identidad de género y expresión de género para evitar términos excluyentes que afecten a la mujer.
También es necesario comenzar a exigir una cultura de trabajo igualitaria, que promueva el reconocimiento laboral para minimizar la brecha salarial, queda pendiente el tema de los entornos laborales y la participación igualitaria, así como el ejercicio de los derechos individuales, el desafío al estándar de belleza, pues el mundo necesita mujeres más seguras, que celebren más sus propios cuerpos sin el temor a un canon.
Finalmente, todo se traduce en más compromiso con la causa de la mujer, su valor y el hacerse valer, más empoderamiento, sí, más allá de un 8 de marzo o de un momento histórico, es la vida como es.